Kelly Santur: “Yo empecé en el tenis de mesa como un hobbie, y al año se volvió mi mundo”

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Si Kelly Santur, estudiante de octavo ciclo de La Facu y capitana del equipo de tenis de mesa de la Universidad, tuviera que describir su vida en una palabra, esta sería “adrenalina”. Las competencias formaron parte de su vida desde que era una niña, y en el marco de su última Universiada, conversó con nosotros sobre su recorrido como deportista y la decisión de “colgar las raquetas”.

Kelly practica el tenis de mesa desde que tiene 9 años

Escribe: Alessa Basso Valladares

Sentada frente al Centro Cultural UL, Kelly muestra su alegría. Tiene puesta la casaca de la selección de la Universidad y se nota desde lejos el orgullo con la que la porta. Cuando habla del tenis de mesa, el deporte de sus sueños, en sus palabras aparece la gran pasión que siente por la disciplina, la cual ha practicado desde que era una niña. Capitana de la selección de tenis de mesa de la Universidad y ganadora del triplete de oro de las últimas Universiadas, Kelly considera que es el momento de cerrar la etapa de las mesas con redes y abrir la puerta de su faceta como comunicadora. 

Felicitaciones por el triplete de oro ganado en estas últimas Universiadas. ¿Qué sientes al haber obtenido este gran logro?

En mi caso es muy gratificante porque era mi última Universiada, era mi retiro de las canchas de tenis de mesa y la forma de balancear mi vida universitaria, laboral y deportiva. Fue muy complicado porque esta competencia no estaba prevista. Este año estoy llevando siete cursos, trabajo en las tardes y en las noches también tengo clases; entonces, encontrar el espacio para poder entrenar, al menos una vez a la semana, fue todo un lío, pero se logró. Por otro lado, en cuanto al equipo, creo que desde el primer día demostramos ser un grupo muy unido, que trabaja en conjunto, y eso se reflejó en los resultados. 

¿Qué tan duro fue conseguirlo?

En la prueba de equipos íbamos 2-2 contra la UPC, y yo jugaba el partido definitorio. Era la primera vez que lo hacía y sentí toda la presión. Se me complicó y hubo un instante en el que una de mis compañeras me gritó “¡reacciona!”, y ahí fue cuando desperté. Empecé a jugar relajada, y cuando ganamos fue muy lindo porque todos los chicos entraron corriendo a la cancha a celebrar, ya que esta prueba era la que más puntaje nos daba. 

En la prueba individual, iba perdiendo 2-0 contra una seleccionada nacional que era la número uno del Perú. Fue un momento duro porque empezó el tercer set, seguía perdiendo y mi entrenador pidió tiempo. En ese instante me dijo que me sacara la presión que sentía porque ya teníamos cinco medallas de oro y yo era la última. Comencé a jugar y sentí que me volví a conectar con el momento, con todo. Yo estaba con una lesión del hombro y me sentía cansada, pero me motivó muchísimo ver cómo todos los chicos empezaron a gritar desde que metí el primer punto en ese último set. Fue ahí cuando sentí que ya era el último partido que iba a jugar, y de verdad fue muy emocionante porque todos, incluyendo a mi familia, celebraban cada punto como una fiesta, y estoy muy agradecida por eso. Al final, contra todo pronóstico, logré ganarle a la número uno de la selección nacional. 

De todos los deportes, ¿por qué elegiste practicar tenis de mesa?

Yo tenía nueve años. Cuando estaba en el colegio, recuerdo que entró un entrenador llamado Nicanor, quien nos mostró un video con los mejores puntos. Dijo que en el recreo iba a hacer una prueba, y entonces fui. Desde el primer momento que cogí la raqueta sentí una conexión única. Me acuerdo que, en ese momento, había entrado a ese deporte con mis amigas, pero al año se volvió mi mundo. Entré a la selección nacional y nunca lo dejé hasta que cumplí 18, porque me lesioné el hombro y tuve que retirarme por completo.

Fue esa lesión la que te costó tu participación en los juegos Panamericanos…

Me estaba preparando para los Panamericanos de Lima 2019, y por sobrecarga y tanto entrenamiento, se me rompió el manguito rotador del brazo. No podía moverlo y no pude jugar el selectivo para los juegos. Me había preparado tres años para ese ranking, y de pronto se me vino el mundo abajo. Decidí dejarlo y centrarme en los estudios, pero lo seguí practicando en la Universidad como un hobby. 

¿Cómo lograste superar esta etapa tan complicada?

Creo que fue gracias a mi familia. Para mí siempre ha sido lo más importante; recuerdo que lloraba todos los días porque sentía que me había preparado tanto para algo que al final no se dio. Tuve que dejar un ciclo en la Universidad para poder replantearme todo, porque se trataba de un plan, los panamericanos ya estaban ahí, yo iba a viajar a Europa por un año y de un momento a otro se mueve toda tu vida. Ese tiempo me centré en mis estudios, de hecho, cambié de carrera y pude tomarme un tiempo para mí y descubrir lo que me gustaba. Mi familia me alentó desde el inicio. Entrar a la carrera de Comunicación fue como descubrir una nueva pasión, y ahí me apoyaron en su totalidad. Así fue como lo superé, también practicando otras cosas. Nunca había hecho otro deporte que no fuera tenis de mesa, y empecé a jugar fútbol, basket, voley, e incluso, hacía cosas sencillas como montar bicicleta, actividades que antes no podía realizar. 

Y luego, retomaste el tenis de mesa…

Me asusté bastante cuando volví a jugar porque, al lesionarme, me dijeron que no podía hacerlo hasta dentro de un año, pero felizmente encontré un doctor que me atendió muy bien con el tema de las terapias y volví a jugar en seis meses. Es algo traumático, porque de ser tan independiente al hecho de no poder bañarte sola y no ser capaz de comer sin ayuda, era muy frustrante. Me sentía inutil, y volver a jugar fue como empezar de nuevo. Jugaba suave, todavía sentía que el hombro se movía, fue todo un camino de, por lo menos, un año para volver a estar al  ritmo en el que estaba. Igual el miedo queda ahí, y pensaba que me iba a lesionar de nuevo, pero siempre estuve rodeada de personas que me apoyaron mucho. 

Veía que llevas siete cursos en la Universidad, ¿cómo equilibras tu vida como estudiante y deportista?

Es bien complicado, pero algo que me ha caracterizado desde pequeña es que siempre trato de ser muy organizada en cada cosa que hago. Venía a estudiar desde muy temprano y luego me iba a trabajar; en la noche volvía y así iba mi vida. Tengo un calendario en la tablet y sé que cada cosa debo cumplirla al pie de la letra porque, sino, todo pierde balance. En cuanto a los trabajos en grupo, siempre trato de explicarle a mis compañeros que soy deportista y que tal vez no siempre voy a estar en las reuniones por Zoom, pero que tampoco voy a ser mala estudiante, porque, al final, yo también quiero aprender. Es un equilibrio, pero es duro lograrlo. De alguna forma, mi cuerpo ya conoce ese ritmo de trabajo y es repetitivo como una máquina hasta que termina la competencia, y ahí siento que respiro y que puedo dedicarme a otras cosas. 

Y también debe ser una enorme responsabilidad ser la capitana del equipo…

Es complicado porque yo no empecé siendo la capitana en las Universiadas; lo era mi compañero Rodrigo Hidalgo, abanderado de la Universidad. Él se tuvo que ir al segundo día porque tenía un Panamericano. Me dijo: “Ahora tú te quedas como capitana”. Eso me agarró de sorpresa porque tenía mucha presión encima, ya que, como capitana, todos los chicos confían en tí y también eres la cara, la que coordina muchas cosas. Es bastante carga, pero, de alguna forma, me alegraba ser la que unía al equipo. Teníamos muchos chicos nuevos este año, y formar un lindo grupo en el que todos nos apoyemos era lo que más buscaba.

Llegaste a la capitanía en tus últimas Universiadas. ¿Qué sientes al saber que ya no volverás a participar de esta competencia?

La verdad, en ese momento estaba feliz porque lograr el triplete de oro era mi sueño. En la competencia anterior, en Tacna, logré dos porque me faltó la última. Fue agridulce porque después de la alegría y de las felicitaciones de todos mis compañeros, caí en cuenta de que era el momento de dejar esta etapa. Es triste, pero también necesario para dedicarme a mi carrera. Quiero practicar en lo que estudio; ahora trabajo enseñando tenis, pero este año también dejaré esta actividad. Es hora de “colgar las raquetas” y de dejar el tenis por un tiempo. Obviamente no me voy a despedir del todo, pero volver a competir es algo que no planeo hacer en un futuro. El equipo de la Universidad siempre me va a tener, siempre voy a entrenar con ellos, pero desde otra posición. 

¿Qué le dirías a la Kelly de nueve años que entró por curiosidad al tenis?

Le diría que no se asuste con el camino que le espera. En muchos momentos dudé, he llorado muchas veces porque pensé que no podía, pero tenía espíritu, sentía que las mesas (de tenis) me llamaban. Como siempre digo, sé que es hora de jugar cuando la mesa me llama o cuando escucho el sonido de una bolita. Le diría que no tenga miedo, pero también que trate de disfrutar cada momento. He logrado conocer a personas maravillosas, y sin duda, le diría que sea feliz, y que este era el camino que, de alguna forma, el mundo tenía preparado para ella. 

¿Quién es Kelly fuera de la vida deportiva?

Creo que recién este año logré conocerme bien como persona, y puedo decir que soy muy sencilla. No me gusta alardear de mis logros, me gusta conocer gente y soy dedicada con mis cosas, pero también quiero ser alguien que tenga éxito después de terminar mi carrera universitaria, y ser testigo de que las personas que amo puedan lograr sus metas.

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